“A los que llevan a cabo el yihad por Nuestra causa, sin duda los guiaremos por caminos que conducen a Nosotros, pues Dios está en verdad con quienes hacen el bien.”
(Corán, 29: 69)
“Habéis regresado del yihad menor al yihad mayor”
(Hadiz)
Quizás ninguna cuestión acerca del Islam resulte hoy tan delicada ni tan ampliamente debatida como el yihad. Tratado tanto en los medios de comunicación como en los libros escolares, los diversos significados atribuidos a este término no sólo se basan en las opiniones divergentes de los analistas occidentales, sino que también reflejan las profundas diferencias que existen entre los seguidores del Islam tradicional y los “fundamentalistas” en la interpretación de este concepto crucial. Actualmente, cuando la imagen del Islam en occidente depende tanto de la comprensión del significado del yihad , es de extrema importancia entender el modo en el cual el Islam tradicional ha concebido esta idea clave a lo largo de los años y de qué modo el yihad está relacionado con la espiritualidad islámica
Basándose más en su uso jurídico dentro del Islam que en su significado mucho más universal dentro del Corán y del Hadiz, el término árabe yihad normalmente ha sido traducido a las lenguas europeas como “guerra santa”, aunque deriva de la raíz y-h-d, cuyo significado principal es “esforzarse” o “afanarse en hacer algo”. Su traducción como “guerra santa”, combinado con la idea errónea que prevalece en occidente según la cual el Islam es la “religión de la espada”, ha ayudado a eclipsar su dimensión interna y a distorsionar su sentido. Durante el último siglo, y en especial desde hace unos pocos años, ha aparecido en el escenario de la historia, dentro del mundo islámico, una serie de movimientos, en su mayoría “fundamentalistas” o revolucionarios, los cuales a menudo se oponen entre sí y usan el término yihad o alguna de sus formas derivadas. Tampoco esta aparición ha ayudado a dar a conocer todo lo que conlleva el sentido tradicional del yihad , el cual es el único que nos concierne aquí. En cambio, las recientes distorsiones e incluso el cambio total del significado del yihad tal y como ha sido entendido por los musulmanes a lo largo de los años ha hecho más difícil que nunca llegar a comprender bien este concepto religioso y espiritual clave.
Para comprender la importancia espiritual del yihad y su amplio uso en casi todos los ámbitos de la vida humana, tal y como es entendida en el Islam, es necesario recordar que el Islam se basa en la idea de establecer el equilibrio dentro del ser humano, así como en la sociedad humana donde el hombre actúa y satisface los objetivos de su vida terrenal. Este equilibrio, que es el reflejo en la tierra de la Justicia Divina y la condición necesaria para la paz en el ámbito humano, es la base desde la que el alma levanta el vuelo hacia esa paz que, usando la expresión cristiana, “sobrepasa todo entendimiento”. Si, para el Cristianismo, el objetivo de la vida espiritual y su propia moralidad están basados en la ascensión hacia aquel ideal de perfección encarnado en Cristo, para el Islam consiste en establecer un equilibrio, tanto externo como interno, que es la base necesaria para esta ascensión. La propia estabilidad de la sociedad islámica a lo largo de los siglos, la inmutabilidad de las normas islámicas representada en la Shari'ah , y el carácter eterno de la civilización islámica tradicional, que es la consecuencia de un arquetipo permanente e inmutable, son reflejos tanto del ideal de equilibrio como de su realización. Este equilibrio que es tan evidente tanto en las enseñanzas de la Shari'ah (la Ley Divina) como en las obras del arte islámico, es inseparable de la misma palabra “Islam”, en la medida en que ésta se relaciona con salam o paz.
Sin embargo, la conservación del equilibrio en este mundo no significa simplemente una pasividad inmóvil o inactiva, ya que la vida implica por naturaleza el movimiento. Ante las contingencias del mundo del cambio, de los efectos del paso del tiempo y de las vicisitudes de la existencia terrenal, mantenerse en equilibrio requiere un esfuerzo continuo. Esto supone llevar a cabo el yihad en cada etapa de la vida. Siendo como es la naturaleza humana propensa al olvido y sufriendo por la conquista de nuestro alma inmortal a manos del alma carnal o de las pasiones, el mismo proceso de la vida, tanto en el individuo como en la colectividad humana, supone un riesgo permanente de pérdida del equilibrio; en realidad, supone un riesgo de caída en un estado de desequilibrio tal que, de permitir que continúe, puede conducir a la corrupción a nivel individual y al caos a nivel de la vida comunitaria. Para evitar este trágico final y para actualizar la potencialidad de la condición humana, lo cual consiste en realizar la Unidad (at-tawhid) o completa unificación, los musulmanes, ya sea individualmente o como miembros de la sociedad islámica, deben llevar a cabo el yihad; es decir, deben esforzarse durante toda su vida por combatir, tanto interna como externamente, contra aquellas fuerzas que, de no ser combatidas, destruirán ese equilibrio tan necesario. Este hecho es especialmente cierto si la sociedad se considera como un colectivo que lleva impresa la huella de la Norma Divina, y no como un hormiguero de grupos y fuerzas enfrentadas y opuestas.
El hombre es al mismo tiempo un ser espiritual y un ser material: un completo microcosmos en sí mismo. Sin embargo, también es miembro de una sociedad dentro de la cual sólo están desarrollados ciertos aspectos de su ser y sólo están cubiertas algunas de sus necesidades. A su vez, posee una inteligencia cuya sustancia es, en última instancia, de carácter divino; y posee sentimientos que pueden velar su inteligencia o bien estimularlo a la búsqueda de su propio Origen. Dentro de él se encuentra el amor y el odio, la generosidad y la codicia, la compasión y la agresividad. Además, hasta el momento no sólo ha existido una sino muchas “humanidades”, cada una con sus propias normas religiosas y morales; y también grupos nacionales, étnicos y raciales con sus propios vínculos de afiliación. Por lo tanto, la práctica del yihad, aplicada al mundo de la multiplicidad y a las vicisitudes de la existencia humana en el mundo externo, ha llegado a adquirir numerosas ramificaciones en los campos de la actividad política y económica, así como en la vida social y, en consecuencia, ha llegado a participar, a un nivel externo, de la complejidad que caracteriza al mundo humano.
En un sentido más externo, el yihad vino a simbolizar la defensa de dar al-islam –es decir, del mundo islámico– frente a la invasión y la intromisión de fuerzas no islámicas. Las más antiguas batallas en la historia del Islam, las cuales amenazaron la propia existencia de la joven comunidad, llegaron a ser conocidas como el yihad por excelencia, con este sentido externo de “guerra santa”. Pero fue al regreso de una de estas tempranas batallas –las cuales tuvieron una importancia suprema para la supervivencia de la recién establecida comunidad religiosa y, por tanto, una trascendencia universal– cuando el bendito Profeta dijo a sus compañeros que habían regresado de la guerra santa menor a la guerra santa mayor: la batalla interna contra todas las fuerzas que impedirían al hombre vivir de acuerdo a la norma teomórfica que es su naturaleza primordial, otorgada por Dios.
A lo largo de la historia islámica, la llamada a la guerra santa menor ha resonado en el mundo islámico cada vez que la totalidad o alguna porción de este mundo se ha visto amenazada por fuerzas procedentes del exterior o del interior. Esta llamada se ha vuelto cada vez más constante a partir del siglo XIII H. / XIX d.C., con la llegada del colonialismo y la amenaza que supuso para la propia existencia del mundo islámico. Sin embargo, debemos recordar que incluso cuando la idea del yihad se evocaba en ciertas partes del mundo islámico, por lo general no se trataba de una cuestión religiosa donde simplemente se aprobaba la guerra, sino más bien del intento de una sociedad, en la cual la religión permanece como un asunto central, de protegerse de ser conquistada tanto por fuerzas militares y económicas, como por ideas de naturaleza extraña. No obstante, esto no significa que en algunos casos, sobre todo en épocas recientes, los sentimientos religiosos no hayan sido usados o manipulados para fomentar o legitimar un conflicto. No obstante, cuando menos podemos decir que el mundo islámico no tiene el monopolio de este abuso, como demuestra tan ampliamente la historia de otras civilizaciones, incluyendo la del occidente secularizado. Además, tal y como es la naturaleza humana, una vez que la religión deja de tener una importancia central dentro de un determinado colectivo humano, los hombres luchan y se matan entre ellos por cuestiones mucho menos elevadas que su fe en Dios. Incluyendo el asunto de la guerra en su legislación sagrada, el Islam no justificó la guerra y sus consecuencias sino que más bien trató de ponerles límite, tal y como lo confirma la historia del mundo islámico tradicional. En cualquier caso, la idea de la guerra total y la práctica actual de exterminar por completo a la población civil no surgieron de una civilización cuya religión dominante percibió el yihad de un modo positivo.
A un nivel más externo, el yihad menor también se aplica en el ámbito socioeconómico. Esto implica la reafirmación de la justicia en el ambiente externo de la existencia humana, comenzando por el propio hombre. Defender nuestros derechos y reputación, defender nuestro honor y el de nuestra familia, es en sí mismo un yihad y un deber religioso. También lo es el fortalecimiento de todos esos vínculos sociales, desde la familia hasta el conjunto del pueblo musulman (al-ummah), en los cuales la Shari'ah hace hincapié. Buscar la justicia social conforme a los principios del Islam –aunque, por supuesto, no en el sentido secularista moderno– es un modo de reestablecer el equilibrio en la sociedad humana (es decir, de llevar a cabo el yihad ), como en el caso de las empresas económicamente rentables, a condición de que el bienestar de la persona sea considerado en su conjunto y el bienestar material no se convierta en un fin en sí mismo. Es decir, siempre que no se pierda de vista el ya citado versículo coránico “para vosotros, el otro mundo es mejor que éste”. Olvidar la correcta relación entre los dos mundos contribuiría decisivamente a provocar el desequilibrio y sería una especie de yihad al revés.
Todas esas formas externas de yihad quedarían incompletas y de hecho contribuirían a una excesiva extroversión del ser humano si no se complementaran con el yihad mayor o interior, que el hombre debería llevar a cabo continuamente dentro de sí mismo; pues la nobleza de la condición humana reside en la constante tensión entre lo que aparentamos ser y lo que realmente somos, y también en la necesidad de superarnos a nosotros mismos a lo largo de todo este viaje por la vida terrenal, con el fin de “llegar a ser lo que somos”. Desde el punto de vista espiritual, todos los “pilares” del Islam pueden verse en relación con el yihad. Los dos testimonios (shahadah ) fundamentales, “no hay divinidad salvo Allah” y “Muhammad es el mensajero de Allah”, mediante los cuales un individuo se convierte en musulmán, no sólo son una declaración de la Verdad desde la perspectiva islámica, sino también una herramienta para la práctica del yihad interior. La propia forma de la primera letra del primer testimonio ( la ilaha illa Allah , en árabe), cuando se escribe con el alfabeto árabe, se asemeja a una espada curva (ﻻ) con la que toda alteridad es alejada de la Realidad Suprema, mientras que todo lo que en la manifestación es positivo es devuelto a aquella Realidad. El segundo testimonio es la deslumbrante confirmación del impactante y majestuoso descenso desde aquella Realidad Suprema de todo lo que constituye de un modo positivo el cosmos, el hombre y la revelación. Invocar los dos testimonios mediante la lengua sagrada en la que fueron revelados es un modo de llevar a cabo el yihad interior y de tomar conciencia de quiénes somos, de dónde venimos y dónde está nuestra morada definitiva.
Las oraciones diarias (salat o namaz) [4] , que constituyen el corazón de los ritos islámicos, son también un yihad permanente que va marcando rítmicamente la existencia humana, en armonía con el ritmo del cosmos. Realizar las oraciones con regularidad y concentración requiere el ejercicio constante de nuestra voluntad y una interminable batalla esforzándose frente al olvido, la disipación y la pereza. En pocas palabras, es en sí mismo una forma de combate espiritual.
De igual modo, el ayuno de Ramadán, en el que uno se cubre con la armadura de la pureza interior y de la indiferencia frente a las pasiones y las tentaciones del mundo exterior, requiere de un ascetismo y de una pureza interna que no pueden darse sino es mediante una guerra santa interior. Tampoco es posible el hayy (peregrinación) al centro del mundo islámico en La Meca sin larga preparación y esfuerzo, a menudo sufriendo y resistiendo las dificultades. Por eso el Profeta llegó a decir que “el hayy es el más excelente de todos los yihads ”. Como un caballero en busca del Santo Grial, el peregrino a la casa del Amado debe embarcarse en un combate espiritual cuyo final hace parecer insignificante cualquier sacrificio o dificultad; pues, para la persona que practica el yihad interior, el hayy a la casa de Dios significa un encuentro con el Señor de la Casa, quien también reside en el centro de aquella otra Ka'bah que es el corazón.
Por último, la entrega del zakat o impuesto religioso es también una forma de yihad, no sólo en el sentido de que, al apartarse de las riquezas propias, el hombre debe luchar contra la codicia y la avaricia de su alma carnal, sino también por el hecho de que, mediante el pago del zakat en sus múltiples formas, el hombre contribuye al establecimiento de la justicia económica dentro de la sociedad humana. Aunque el yihad no es uno de los “pilares del Islam”, en cierto modo reside dentro de todos los demás “pilares”. De hecho, desde un punto de vista espiritual, todos los “pilares” pueden ser vistos a la luz del yihad interior, que es esencial para la vida del hombre desde el punto de vista islámico y que no se opone, sino que más bien complementa, al recogimiento y la paz derivados de la contemplación del Uno.
Las grandes estaciones de la perfección en la vida espiritual también pueden verse a la luz del yihad interior. Para llegar a apartarse de las impurezas del mundo y reposar en la pureza de la Presencia Divina es necesario un intenso yihad , ya que nuestra alma tiene sus raíces profundamente hundidas en este mundo transitorio que el hombre caído confunde con la realidad. Superar el letargo, la pasividad y la indiferencia –cualidades que se han convertido en la segunda naturaleza del alma, como consecuencia de que el hombre ha olvidado quién es realmente–, constituye de igual modo un yihad constante. También es un yihad interior refrenar el alma de la dispersión en medio de las apariencias, lo cual es producto de sus tendencias centrífugas, y devolverla al centro, donde reside la Paz Divina y donde el alma busca vanamente en el dominio de la multiplicidad. Derretir el corazón endurecido en un flujo de corriente amorosa que abarque a toda la creación gracias al amor por Dios supone llevar a cabo un proceso alquímico de solve et coagula [5] a nivel interno: un “trabajo” que no es otra cosa que una batalla interna contra aquello en lo que se ha convertido el alma, para transformarla, con sólo tomar conciencia de su propia naturaleza, en aquello que “es” y nunca ha dejado de ser. Por último, comprender que sólo el Absoluto es absoluto y que sólo el Sí Mismo puede decir en última instancia “Yo”, es llevar a cabo el yihad supremo para despertar al alma del sueño del olvido y permitirle adquirir el conocimiento supremo y principial de cuál es el propósito para el que fue creada. La batalla o yihad interior, visto desde un punto de vista espiritual y esotérico, puede por lo tanto ser considerado a su vez como la llave para la comprensión de todo el proceso espiritual y del camino hacia la realización del Uno que se encuentra en el corazón de la totalidad del mensaje islámico. El camino del Islam hacia la perfección puede concebirse a la luz del simbolismo del yihad mayor, al cual se refirió el mismo Profeta Muhammad, fundador de este camino sobre la tierra.
Del mismo modo que, con cada aliento, el principio vital –que actúa en nosotros al margen de nuestra voluntad y con sólo desearlo Aquel que nos creó– se esfuerza a través del yihad por dar vitalidad a todo nuestro cuerpo, en cada momento de nuestra vida consciente deberíamos tratar de llevar a cabo el yihad, no sólo para reestablecer el equilibrio en el mundo que nos rodea, sino también para despertar esa Realidad Divina que es la fuente misma de nuestra consciencia. Para el hombre espiritual, cada aliento le recuerda que debe continuar el yihad interior hasta que despierte de su sueño y hasta que el propio ritmo de su corazón repita ese Nombre sagrado primordial mediante el cual todas las cosas fueron creadas y por el que todas las cosas regresan a su Origen. El Profeta dijo: “el hombre está soñando y cuando muere se despierta”. Mediante el yihad interior, el hombre espiritual muere a esta vida para dejar de soñar y despertar a esa Realidad que es el origen de todas las realidades, para contemplar esa Belleza de la cual toda la belleza terrenal es sólo un pálido reflejo, para lograr esa Paz que todos los hombres buscan, pero que de hecho sólo puede encontrarse mediante esta práctica.
NOTAS.-
[1] Traducido del libro Traditional Islam in the Modern World , Kegan Paul International, 1987.
[2] Seyyed Husein Nasr (Teherán, Irán, 1933) es Profesor en el Departamento de Estudios Islámicos de la Universidad George Washington. Filósofo y experto en religiones comparadas, sufismo, filosofía de la ciencia y metafísica, ha escrito multitud de libros sobre el Islam, muchos de ellos traducidos al castellano, entre los que pueden destacarse Hombre y naturaleza, Editorial Kier, Buenos Aires, 1982; Sufismo vivo, Editorial Herder, Barcelona, 1985; Vida y pensamiento en el Islam, Editorial Herder, Barcelona, 1985; El corazón del Islam , Editorial Kairós, Barcelona, 2007; Poemas de la vía mística , Mandala Ediciones, Madrid, 2002. Véase también S. H. Nasr, “La Sharî'a: Ley divina, norma social y humana”, en revista Alif Nûn nº 28, junio de 2005. (Nota de la Redacción)
[3] Con respecto a esta concepción tradicional de la idea de yihad, véase Hayy Sidi Sa'id Ben Ayuiba Al-Andalusí, Yihad y Adab , Editorial Mandala, Madrid, 2004. (Nota de la Redacción).
[4] Salat es la expresión árabe, mientras que namaz es la traducción al persa. (Nota de la Redacción).
[5] Para una mayor información sobre este concepto, véase René Guenón, “Solve et coagula”, en La gran triada , Editorial Paidós Orientalia, cap. VI, págs. 57-65. (Nota de la Redacción).